Por Odalis F. Marte
El ahorro es la parte del ingreso disponible
que no se gasta. Sabemos que el ahorro se puede acumular en el tiempo y
utilizarse para la inversión, con lo cual se incrementa la riqueza material. No
obstante, también, de manera coloquial, solemos designar la acción de racionalizar o
economizar los recursos como algo que nos ayuda a ahorrar. Por ejemplo, si
conduzco mi carro a una velocidad moderada, entonces se consume menos
combustibles y, alarga la vida útil del vehículo, por lo que eso me ayuda a
ahorrar.
Ese mecanismo de ahorro es esencial para que
un ciudadano o ciudadana, cuidando de su salud financiera, aporte con la
reducción de la contaminación ambiental que está produciendo el calentamiento
de la tierra, que es el cambio climático. Me explico: como consumidores tenemos
el poder de ayudar un poco, según nuestras posibilidades, con nuestras
decisiones de compra y de ahorro. Solo necesitamos un hacer un esfuerzo
relativamente pequeño.
Nuestras decisiones de consumo
Como consumidores tenemos el poder de decidir
qué compramos y cómo utilizamos los bienes y servicios que adquirimos para
satisfacer nuestras necesidades. Con nuestra conducta de consumidor podemos
contribuir con la reducción de las emisiones de gases y basuras contaminantes.
Ya pusimos el ejemplo de cómo conduciendo a una velocidad moderada podemos
ayudar al clima. Lo mismo podría suceder si tomamos medidas para minimizar
nuestro consumo de electricidad, incluyendo el uso de los acondicionadores de
aire a temperaturas inferiores a los 22 grados centígrados. También la
reducción del uso de bolsas y envases plásticos, la menor generación de basura
y la racionalización en el exceso de consumo de agua mejoraría la
sostenibilidad de nuestros hábitos y nos ayudaría a ahorrar dinero.
El ahorro y el consumo responsable es bueno
para nosotros
Como agentes económicos con cierta
racionalidad, tendemos a ahorrar por algún propósito bajo el entendido de que
obtendremos mañana un mayor beneficio por postergar el consumo de hoy. De este
modo, podemos ahorrar para ayudar con la adquisición de un bien mueble o
inmueble en algunos meses o años, o incluso ahorramos para vivir cómodamente
durante nuestra vejez, entre otras motivaciones no menos loables. En ese
sentido, se puede afirmar que el ahorro contribuye con nuestro bienestar.
Como el bienestar de una sociedad se puede
comprender como la suma del bienestar promedio de los individuos y familias que
conforman la sociedad, los esfuerzos que individualmente hacemos para, honradamente,
aumentar la calidad de nuestras vidas hacen bien a nuestra colectividad. Es por
eso que los ajustes a nuestro estilo de vida que nos permitirían ahorrar
podrían convertirse, además, en contribuciones personales al mejoramiento del
medio ambiente en el que vivimos y en la reducción de las emisión de gases
contaminantes como el dióxido de carbono.
En resumen, ¿qué hacer para ahorrar más
dinero y contribuir con un mejor clima?
Muchos habremos escuchado sobre el enfoque de
Reducir, Reciclar, Reutilizar, las llamadas Tres Erres de la economía circular.
Algo de ese enfoque podemos adaptar a nuestra cultura de ahorro. Como ciudadanos podemos ahorrar dinero al
reducir nuestro consumo de combustibles y otras
fuentes de energía provenientes del petróleo y otros fósiles. Cuando fuera
posible, hacer cambios en la dieta para ingerir más alimentos de origen vegetal
(por cierto, comer menos y mejor podría ser bueno para ahorrar y tener mejor
salud), y reducir el consumo de productos que generan mucha basura.
Podemos hacer un inventario de bienes que
podemos reciclar y no solo no referimos a envases, sino también a prendas de
vestir y cachivaches de todo tipo. Y, por último, educarnos sobre qué productos
son re-utilizables para nosotros o para otras personas. En muchas casos podría
ser bueno considerar poseer menos cosas de las que podemos prescindir.
Definitivamente, ahorrar en la proporción que
nos sea posible puede ser muy bueno para nuestro propio bienestar y para
nuestro medio ambiente.
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