A Jean-Louis Pierre lo conocí en el batey
Esperanza en el año 1994 cuando realizaba una visita junto a un grupo de
estudiantes dominicanos y estadounidenses para conocer las condiciones de vida
de los haitianos residentes en esos lugares, por lo general, fuera de nuestras vistas e intereses. Siendo de mi misma edad, Jean-Louis nació en un hospital público
en Mao, provincia Valverde, República Dominicana, pero nunca recibió un acta de
nacimiento. Este hombre joven, que habla español como cualquier dominicano de
esa región del país y de esa condición social ha crecido sabiéndose descendiente
de haitianos, pero nunca ha visitado Haití ni conoce a nadie en ese país.
A cualquiera que se digne en sentirse
dominicano le debería preocupar la problemática de la inmigración desordenada
de nacionales haitianos a la República Dominicana (RD). Pero más aún debe
alarmarnos el desdén con que, por décadas, las autoridades dominicanas han manejado
esta problemática y el antihaitianismo que predomina en la opinión pública dominicana.
Inicialmente, los dominicanos debemos
admitir que, dada las enormes disparidades en el desarrollo económico entre
ambas naciones fronterizas, la RD siempre atraerá a haitianos deseosos de
mejorar sus condiciones de vida residiendo en un país donde, al menos, pueden
de algún modo trabajar y vivir con relativa paz. La alternativa para esos
haitianos emigrantes sería permanecer en su país donde el desempleo asciende a cerca
de 80% de la población económicamente activa, y donde campean la violencia y la
inseguridad. Por lo tanto, para muchos haitianos, emigrar a la parte occidental
de la isla es un asunto de supervivencia, tal vez no muy distinto a la
razón por la cual miles de dominicanos han cruzado – y cruzan - el Canal de la Mona
en frágiles embarcaciones por décadas...
Por otro lado, es importante ser conscientes de que muchos de los haitianos que residen ilegalmente en la RD fueron traídos por los ingenios azucareros (muchos de ellos entonces estatales), varias empresas agrícolas no azucareras y varias compañías constructoras (algunas de ellas contratistas de obras públicas), frecuentemente con el concurso o el consentimiento de alguna autoridad dominicana.
Como es natural, los haitianos
indocumentados residentes en la RD se han reproducido por años y la mayoría de
sus descendientes han heredado la condición social y migratoria de sus padres
gracias a una interpretación ambigua del artículo de la Constitución dominicana
que define la forma en que se adquiere la nacionalidad.
En mi visión personal, como ciudadano dominicano con cierta educación y que alguna vez fue extranjero en tierra firme, mal hacen las autoridades dominicanas en negar lo que por derecho corresponde a Jean-Louis: Su nacionalidad dominicana por haber nacido (y crecido) en la República Dominicana. Jean-Louis es tan dominicano como yo, pero, lamentablemente, se le ha condenado a vivir como un indocumentado apátrida sin más opción que la marginalidad, la falta de oportunidades que pondrían a él o a sus descendientes a un paso de convertirse en antisociales, en enemigos públicos que alimenten la criminalidad y la desadaptación social gracias a una fallida política de Estado. Jean-Louis nunca se irá de la RD pues es el único país que conoce, su país.
Eliminar el Ius solis de la constitución
dominicana para enfrentar la inmigración haitiana no resolvería problema alguno
dado que su carácter no sería retroactivo, pero sí prevendría al país de
adquirir nuevos dominicanos de ascendencia extranjera con potencial de hacer grandes
aportes, ilustres dominicanos fueron hijos de padres extranjeros, como el caso
de Juan Bosch, hijo de puertorriqueña y español.
Lo que corresponde es otorgar la
nacionalidad dominicana a todos los hijos de extranjeros nacidos en la
República Dominicana (a excepción de los diplomáticos, como ordena la
Constitución), y ordenar la inmigración haitiana bajo una política de estado
comprehensiva y moderna. No es una amenaza al Estado dominicano el
reconocimiento de una minoría nacional, pero sí representaría riqueza cultural
para el país lo cual puede ser incluso explotado turísticamente…
A continuación mis simples propuestas: que,
entre otras medidas de reordenamiento del mercado de trabajo ante el influjo de
extranjeros se tomen las siguientes medidas:
1)
Que se le exija a las empresas
que contraten extranjeros (haitianos), que los mismos deben poseer pasaporte de
su país con una visa de trabajo dominicana renovable que le permitirá trabajar
con ese patrono, según contrato de trabajo amparado en la legislación laboral
dominicana.
2)
Si la empresa empleadora
despidiera al trabajador extranjero, ésta deberá pagarle sus prestaciones,
según la legislación laboral, y deberá cubrir los gastos de repatriación de
trabajador.
3)
Si otro empleador solicitara
los servicios del trabajador extranjero, el mismo podría solicitar una
renovación de su visado, bajo las condiciones legales correspondientes,
amparado en un contrato laboral.
4)
A partir de la implementación
de estas normas sugeridas, todo empleador que contrate extranjeros
indocumentados deberán cargar con una multa más los costos de repatriación del
indocumentado.
5)
Se debe implementar un plan de
regularización de los residentes extranjeros indocumentados y reducir los
costos de regularización y residencia legal en la RD, que parecería elevados
para la mayoría de los indocumentados.
6)
En el caso de los haitianos,
acordar con Haití documentar a sus nativos residentes en RD.
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