El proteccionismo como política comercial busca promover el sostenimiento de la producción agrícola, la industria y el comercio de un país al margen de la competencia de productos importados, para mantener precios altos que compensen los elevados costos de producirlos internamente. Esto se establece a través de la limitación del comercio internacional con la imposición de barreras de entrada de productos importados mediante aranceles, cuotas, prohibiciones, entre otros, para hacer que los productos importados lleguen caros al consumidor doméstico final.
De este modo se crea una rentabilidad artificial al productor nacional fuera de los mecanismos normales del mercado, desviando la inversión de capital - escaso en una economía insuficientemente desarrollada - hacia actividades de baja productividad, no exportables, pero que muchas veces consumen insumos importados.
Como consecuencia de ello, los productores protegidos son beneficiados con rentas que incrementan su nivel de riqueza, lo que les permite no solamente exhibir opulencia sino influencia sobre la toma de decisiones y elaboración de la política comercial del gobierno nacional.
La riqueza de los productores nacionales protegidos suele ser en perjuicio de los consumidores - que son los más -quienes al comprar productos más caros, su poder de compra se reduce, disminuyendo su ingreso real. Como una minoría (los productores protegidos) se enriquecen a costa de que la mayoría (los consumidores) se empobrezcan, entonces el proteccionismo tiene un impacto regresivo sobre la distribución del ingreso, concentrándolo injustamente en los sectores más ricos.
El proteccionismo, al impedir la libre importación, deja el mercado a merced de empresas con poderes de monopolizar e influir sobre los precios a su conveniencia.
Un ingreso real más bajo resulta en una tasa de ahorro per capita relativamente baja, insuficiente para financiar las inversiones de capital de largo plazo, que son las que generan empleos. Como el proteccionismo genera rentabilidad artificial en sectores de baja productividad, que no son internacionalmente competitivos, el uso del poco ahorro que se genera internamente y que se usa para financiar inversiones en empresas protegidas impide que accedan al financiamiento renglones de producción verdaderamente eficientes. Es la forma más dramática de derrochar los escasísimos recursos disponibles.
La práctica de proteger sectores productivos ha demostrado que las empresas que el Estado cuida de la competencia internacional no sólo son de crecimiento limitado al tamaño del mercado interno y, por lo tanto, generan relativamente pocos empleos; sino que impiden el crecimiento económico con equidad, fomentan disparidades regionales (la inversión se concentra en las regiones de mayor influencia política), crea grupos de intereses parásitos del Estado que bloquean cualquier reforma macroeconómica tendente a elevar el nivel de competitividad y de promoción de exportaciones. Los altos aranceles desmotivan las exportaciones porque si el mercado doméstico es artificialmente más rentable y con menos competencia por Ley de Menor Esfuerzo también las empresas más competitivas preferirán producir más para el mercado nacional (donde los precio son más altos) que para el mercado internacional.
En conclusión, las políticas comerciales proteccionista elevan el costo de la vida, concentran el ingreso en los sectores beneficiarios, desvían (distorsiona) la inversión de los escasos recursos hacia áreas de baja productividad, producen disparidad regional, no generan suficientes empleos por su limitado crecimiento, tienden a formar monopolios u oligopolios en el mercado y - lo peor - generan grupos de intereses que viven del maná que baja del gobierno con gran capacidad y poder de cabildear privilegios en perjuicio de la mayoría. Todo esto mina el desarrollo sostenido de la economía contribuyendo a su estancamiento y empobrecimiento.
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